[ad_1]
¿Podría alguien medianamente sensato discutir la importancia de Marcelo Gallardo en el presente exitoso de River? El DT llegó al club para el segundo semestre de 2014, y bañó una y otra vez de felicidad a una hinchada que se había acostumbrado a sufrir en el plano internacional todo lo que no lo hacía fronteras adentro.
A caballo en general de la pasión, su imagen no se limitó solo a la del ganador dentro de la cancha, que es difícil de refutar. Como les suele pasar a los protagonistas que acumulan éxitos, se lo trató -se lo trata- de postular como ejemplo de conducta. Una carga difícil de sostener para cualquier mortal, que ya tiene suficientes dificultades para tomar las mejores decisiones con su propia vida, como para encima influir además sobre las de los demás.
En la noche del martes, Gallardo llevaba en Porto Alegre la carga de una sanción que parecía desmesurada: por haber entrado apenas 80 segundos tarde al campo de juego en el partido de ida contra Gremio, no podía tener contacto con sus jugadores durante el partido. Justo él estaba privado de dar durante el partido ese aporte que todos -incluido él mismo, según quedó probado- consideraban clave. Era demasiado.
Es sabido que violó en el entretiempo la prohibición que tenía de contactar a sus jugadores. Pero sería un error limitar lo ocurrido a la infracción en sí: todo lo actuado por Gallardo alrededor del episodio parece armado a la medida de la protesta de Gremio en la Conmebol para reclamar por el resultado del partido.
Lo primero que hizo el DT, luego de ser descubierto, fue desafiar al oficial de Conmebol que lo retrataba en infracción. “Sacame la foto bien. Vení, vení, no te vayas”, le soltó. Parece una seguridad excesiva si se considera que enfrente estaba un integrante de la organización que será la que disponga su sanción.
Ya en el vestuario, Gallardo no tuvo problema en admitir que no se arrepentía de haber bajado al vestuario. “No me iba a privar de estar con mis jugadores en el momento en el que más lo necesitaban”, evaluó, con la convicción de quien se sabe una parte fundamental del éxito del equipo.
En este punto es donde empieza a jugar lo reglamentario y el DT parece darle una ayuda involuntaria al reclamo de Gremio, que apela al artículo 56 del reglamento de Conmebol y asegura que su presencia tuvo incidencia en el resultado del partido.
Si efectivamente la aparición de Gallardo para la charla técnica influyó en el resultado es una cuestión interpretativa, pero ¿para qué iba a intervenir el entrenador en ese momento si no era justamente para incidir en el marcador, justamente cuando -confesión de parte- su equipo más lo necesitaba?
En sus declaraciones, el Muñeco también afirmó que asumiría el costo por haber burlado la suspensión. “No me importa no estar en las finales. Si es así, que sea así”, postuló. El problema es el siguiente: no es el infractor quien determina el alcance de la pena por sus actos. Y quien terminará decidiendo la suerte de Gallardo y de River será un organismo como la Conmebol, con antecedentes sobrados como para que nadie -ni siquiera el técnico que edificó este gran presente de su equipo- pueda confiarse demasiado.
Source link