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CHICAGO (AP) — Salió al mercado hace décadas como anestésico para animales y personas, fue utilizada como poderoso analgésico durante la guerra de Vietnam y algunos la usan como la droga recreativa Special K.
El fármaco ketamina es aprovechado ahora como tratamiento para la depresión y las conductas suicidas sin que aún cuente con aprobación oficial. Se han abierto diversas clínicas especializadas en Estados Unidos y prometen alivio instantáneo con su dosis “única” de ketamina vía intravenosa, en atomizador o píldoras. Y los pacientes desesperados están gastando miles de dólares por un tratamiento que a menudo no es cubierto por su seguro de salud, a pesar de las escasas evidencias sobre los beneficios y riesgos a largo plazo.
Lauren Pestikas, una maestra de preescolar de Chicago, sufría depresión y ansiedad desde hace tiempo, e intentó suicidarse varias veces hasta que probó la ketamina este año.
Hasta ahora ha gastado unos 3.000 dólares en el tratamiento, pero “cada centavo vale la pena”, dijo la profesora de 36 años.
Pestikas dijo sentirse mucho mejor durante varias semanas después de cada tratamiento, pero el efecto desaparece y le es difícil pagar otra dosis.
Por el momento, la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) no ha autorizado el uso de la ketamina para atender la depresión, aunque los médicos pueden usarla para ese fin.
Este fármaco existe desde la década de 1960 y es utilizado ampliamente como anestésico en cirugías porque no suprime la respiración. En comparación con los opioides como la morfina, la ketamina no es tan adictiva ni causa problemas respiratorios. Y algunos estudios muestran que tiene capacidad para disminuir los síntomas en pocas horas en los casos más difíciles.
Sus posibles efectos sobre la depresión fueron descubiertos en experimentos hechos con animales a finales de la década de 1980 y principios de la de 1990, en los cuales se mostró que el glutamato, un neurotransmisor, podría desempeñar un papel en la depresión, y que sustancias como la ketamina que influyen en la secuencia metabólica del glutamato podrían funcionar como antidepresivos.
Los antidepresivos convencionales como el Prozac inhiben la acción de la serotonina, otro tipo de neurotransmisor, y por lo general tardan de semanas a meses en hacer efecto, demora que puede agravar la desesperación en los pacientes con depresión severa.
El potencial de la ketamina para un alivio casi inmediato aunque temporal es lo que la hace muy llamativa, dijo la doctora Jennifer Vande Voor, psiquiatra en la Clínica Mayo que la aplica desde febrero a pacientes depresivos.
“No tenemos muchas opciones que proporcionen este tipo de efecto. Lo que me preocupa es que sea motivo de una atención exagerada”, agregó.
Los estudios más sólidos dejan entrever que la ketamina es el fármaco más útil y por lo general seguro para ayudar en el corto plazo a los pacientes a los que no les han funcionado otros antidepresivos. Estas personas son aproximadamente una tercera parte de las 300 millones que sufren depresión a nivel mundial.
El fármaco “sí ha revolucionado el campo”, modificando el enfoque de los científicos sobre los efectos de la depresión en el cerebro y mostrado que es posible un alivio rápido, dijo el doctor Gerard Sanacora, psiquiatra de la Universidad de Yale, que ha efectuado investigaciones o ha sido asesor de compañías que buscan el desarrollo de medicamentos con ketamina.
Pero para que se convierta en un tratamiento estándar contra la depresión es necesario mucho mayor conocimiento sobre la sustancia, agregó.
El año pasado, Sanacora fue coautor de una revisión efectuada por un equipo especial de la Asociación de Psiquiatría de Estados Unidos a los tratamientos con ketamina para atender desórdenes del humor, la cual resaltó sus beneficios pero dijo que aún hay “grandes huecos” en el conocimiento sobre la efectividad y seguridad de su uso a largo plazo. La mayoría de los estudios han sido pequeños, efectuados en el ámbito de la investigación y no en el mundo real.
Cuando se suministra ketamina por vía intravenosa pueden incrementarse velozmente el ritmo cardiaco y la presión sanguínea, lo que podría ser peligroso para algunos pacientes. La ketamina también puede causar alucinaciones que algunas personas han descrito como atemorizantes.
“Hay algunas preocupaciones muy reales”, declaró Sanacora. “Sabemos que se puede abusar de esta droga, así que tenemos que ser muy cuidadosos sobre cómo se va desarrollando esto”.
El doctor Rahul Khare, especialista en medicina de urgencias en Chicago, se enteró por primera vez de los posibles beneficios de la ketamina hace una década mientras se preparaba para sedar a un paciente con el fin de corregirle un hombro que se le había dislocado varias veces. Esa persona también sufría depresión y ansiedad.
“Él dijo: ‘Doctor, deme lo mismo que la vez anterior. Durante tres semanas después de que lo recibí me sentí mucho mejor’”, recordó el médico.
Khare se quedó intrigado y a principios de año comenzó a atender con ketamina casos de depresión severa en una clínica ambulatoria que abrió hace unos años. También ingresó a la Sociedad Estadounidense para Médicos que usan Ketamina, creada hace un año y que representa a unos 140 doctores, enfermeros, psicólogos y otros que aplican la ketamina en casos de depresión y en otros usos no aprobados.
Hay unas 150 clínicas en las que se suministra ketamina en Estados Unidos en comparación con las alrededor de 20 que existían hace tres años, dijo la cofundadora de la sociedad, la doctora Megan Oxley.
Según Khare, este campo emergente “semeja una nueva frontera” donde los médicos se reúnen y comparan notas. Khare ha atendido a unos 50 pacientes depresivos, entre ellos Pestikas. Es común que estas personas estén desesperadas por obtener un alivio después de que no les funcionaran otros antidepresivos. Algunas han perdido sus empleos y relaciones interpersonales debido a la depresión severa, y la mayoría ha encontrado que la ketamina les permite funcionar, señaló Khare.
El tratamiento típico en la clínica de Khare consiste de seis sesiones de 45 minutos durante unas dos semanas a un costo de 550 dólares cada una. Algunas aseguradoras pagarán aproximadamente la mitad de esa cantidad, incluido el costo de la visita al consultorio de Khare. Los pacientes pueden recibir dosis “de impulso”. Deben firmar un consentimiento de cuatro páginas en el que se indica que los beneficios podrían no durar mucho tiempo, se enlistan los posibles efectos colaterales, y se advierte en negritas que el tratamiento no tiene la aprobación del gobierno.
Durante una sesión reciente, su séptima, Pestikas se reclinó en un sillón blanco y una enfermera le conectó los electrodos de un monitor de ritmo cardiaco y presión sanguínea. Hizo una mueca cuando le introdujeron una aguja en la parte superior del antebrazo izquierdo. Khare llegó después con otra jeringa de la que vació una pequeña dosis de ketamina en una bolsa para suero que colgaba en lo alto del sillón, luego bajó la intensidad de la iluminación, cerró las cortinas y le indicó si tenía preguntas y si se sentía bien.
“Sin preguntas, solo agradecimiento”, respondió Pestikas con una sonrisa.
La maestra escuchó música en su iPhone y miró videos psicodélicos. Dijo que era como un “viaje de ácido controlado” con alucinaciones agradables. El viaje termina pronto al retirarse el suero, pero Pestikas dice que se siente tranquila y relajada el resto del día, y que la mejoría en su ánimo puede durar semanas.
Diversos estudios dejan entrever que una sola dosis intravenosa de ketamina mucho más baja que la utilizada para sedar o para uso recreativo puede ayudar a muchos pacientes a conseguir alivio en unas cuatro horas, efecto que puede durarles más o menos una semana.
Se desconoce cómo funciona exactamente la ketamina, pero una teoría es que, al elevar los niveles de glutamato, ayuda a las células nerviosas a restablecer conexiones inhabilitadas por la depresión, dijo el doctor Carlos Zarate, experto en ketamina y jefe de terapias experimentales en el Instituto Nacional de Salud Mental.
Un pequeño estudio de la Universidad de Stanford publicado en agosto deja entrever que la ketamina puede contribuir a reducir la depresión al activar los receptores de opioides en el cerebro.
Janssen Pharmaceuticals y Allergan figuran entre las compañías que desarrollan medicamentos similares a la ketamina para atender la depresión. Janssen encabeza esta lista con su atomizador nasal esketamina. La compañía presentó en septiembre su solicitud para que le autoricen el nuevo medicamento.
Por otra parte, hay docenas de estudios en marcha en busca de respuestas a algunas incógnitas de la ketamina, entre ellas si las dosis intravenosas repetidas funcionan mejor para la depresión y si hay alguna manera de determinar qué pacientes podrían ser los más beneficiados.
Hasta que se tengan respuestas, Zarate dijo que la ketamina debe ser un tratamiento de último recurso para la depresión después de que otros métodos no hayan dado los resultados esperados.
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