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Paul Rasmussen huyó de las llamas que se acercaban a su casa en mitad de la noche con su esposa embarazada y su hija de seis años en las laderas cercanas a Malibú, temeroso de que pudiera ser la última vez, reportó la agencia de noticias Associated Press.
Su única esperanza para la casa grande que había comprado en uno de los sitios más caros del país estaba cifrada en la extraordinaria voluntad de su vecino, Randy Berkeley, quien le había dicho que se quedaría a proteger las dos casas del fuego.
Para su inmensa alegría, cuando regresó el lunes, ambas casas aún estaban en pie. En el camino había visto por la carretera decenas de hogares en ruinas, arrasados por las llamas. Su vecino había arriesgado su vida para proteger la propiedad de ambos.
“Sin él, yo sabía que iba a ser una pérdida”, dijo Rasmussen. “Simplemente fue mucho más allá de todo”.
Este lunes, las autoridades permitieron regresar a algunos residentes del sur de California a sus hogares, advirtiendo, sin embargo, que debían permanecer vigilantes. Pero mientras algunos regresaron, otros tuvieron que ser evacuados. Una carretera fue abierta y otra fue cerrada.
El regreso a la normalidad de unos estuvo yuxtapuesto a la llegada del caos a la vida de otros, ilustrando cuán rápido puede cambiar la vida cuando los fuertes vientos de Santa Ana se encuentran con una chispa en los árboles y pastos secos.
Dos personas fueron halladas muertas en el incendio en el sur de California, donde las llamas arrasaron con las mansiones de Malibú y con los suburbios de la clase trabajadora de Los Ángeles por igual.
En el norte de California, mientras los parientes desesperados buscaban el domingo a sus familiares desaparecidos, los rescatistas que examinaban las ruinas humeantes de la ciudad de Paradise y las áreas circundantes hallaron otros seis cadáveres, con lo que ya suman 29 en el incendio más letal en la historia del estado.
A medida que avanzaba la búsqueda de las víctimas, los amigos y familiares acudieron a los hospitales, comisarías, refugios y a las oficinas del médico forense en busca de sus seres queridos.
Tad Teays, esperaba saber algo sobre su madre de 90 años, enferma de demencia. Darlina Duarte estaba desesperada por tener información sobre su medio hermano, un diabético que había perdido las piernas a causa de su enfermedad. Barbara Hall intentó en vano descubrir dónde se hallaban sus tíos de entre 80 y 90 años, si habían logrado salir con vida de la comunidad de retiro en la que vivían.
“¿Sobrevivieron en su auto? ¿Escaparon? ¿Su auto se salió del camino en el borde de un barranco en algún lugar? Simplemente no lo sé”, dijo Hall a la agencia de noticias Associated Press, y agregó que la pareja solo tenía un teléfono fijo y que las llamadas no entraban.
Este lunes, el fuego seguía ardiendo en ambos extremos del estado, con tres incendios asolando a cientos de miles. Tras haber pausado un poco, los vientos en una zona cerca de Paradise recuperaron fuerza con una velocidad de hasta 40 millas por hora esta tarde, reavivando el incendio, dijeron expertos.
La cifra de fallecidos en todo California se mantiene en 31, pero posiblemente aumentará. El así llamado incendio Camp devastó una franja del norte de California, dejando más de 6.400 casas incineradas. Hasta ahora se habían hallado 29 cadáveres por ese incendio, dijo Kory Honea, jefe policial del condado Butte, durante una conferencia de prensa el domingo por la noche. Indicó que aún hay 228 desaparecidos.
Por lo menos cinco equipos de rescate trabajaban en Paradise –una localidad de 27.000 habitantes que en gran parte fue destruida el jueves por las llamas de Camp— y en comunidades circundantes. Las autoridades convocaron a un laboratorio ambulante de ADN y a antropólogos para que ayuden a identificar a las víctimas del inclemente incendio forestal.
Sol Bechtold manejó de un albergue a otro buscando a su madre, Joanne Caddy, una viuda de 75 años cuyo hogar se incendió junto con el resto de su vecindario en Magalia, al norte de Paradise. Vivía sola y no conducía.
Bechtold publicó un anuncio en las redes sociales, lo colocó en los tableros de avisos de los albergues y le mostró su fotografía a los evacuados, preguntando a ver si alguien la reconocía. Se topó con algunos de los vecinos de su madre, pero ninguno la había visto.
Mientras conducía entre el humo y la bruma hacia otro albergue, dijo: “También estoy bajo una oscura nube emocional. Tu madre está en algún lugar y no sabes dónde. No sabes si está a salvo”.
“Tengo que mantenerme positivo”, agregó. “Ella es una mujer fuerte e inteligente”.
El gobernador Jerry Brown dijo que California está solicitando ayuda del gobierno del presidente Donald Trump, el cual ha afirmado que los incendios se deben a un manejo “deficiente” de los bosques. En una conferencia de prensa, Brown dijo que tanto los gobiernos estatales como los federales deben mejorar la administración que hacen de los bosques, pero consideró que eso no es la causa del problema.
“El administrar todos los bosques en todas las partes donde podemos no detiene el cambio climático”, afirmó el gobernador. “Y los que niegan que exista definitivamente están contribuyendo a las tragedias de las que ahora somos testigos, y a las que veremos en los próximos años”.
Los bomberos que combaten el incendio Camp con palas y topadoras, retardantes de fuego y mangueras esperaban ráfagas de viento de hasta 64 kilómetros por hora (40 millas por hora) el domingo por la noche. Aún no hay lluvia en el panorama.
Más de 8.000 bomberos combatían tres incendios forestales que arden en aproximadamente 1.040 kilómetros cuadrados (400 millas cuadradas) en el norte y sur de California, y seguían llegando equipos de otros estados para ayudar.
El incendio de nombre Woolsey, que se extiende a lo largo de 85.000 acres, desde Thousand Oaks, donde un tirador asesinó a 12 personas la semana anterior, hasta el lujoso enclave residencial de Malibú.
En el oeste de Los Ángeles, decenas de miles han sido evacuados de sus hogares. La cifra de estructuras devoradas por las llamas se duplicó en menos de 24 horas y ahora está en 370; decenas de miles más están consideradas bajo peligro.
Los dos cuerpos gravemente quemados fueron encontrados frente a la cochera de una residencia en Malibú, donde viven muchas celebridades.
Muchos residentes tuvieron que evacuar sus casas, incluida la cantante Lady Gaga, Kim Kardashian West y Martin Sheen. El actor Gerard Butler publicó en Instagram que la mitad de su casa ubicada en Malibú había desaparecido, y el publicista de Camille Grammer Meyer dijo que la estrella del programa “Real Housewives of Beverly Hills” había perdido su hogar en el enclave costero.
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