[ad_1]
Decenas de inmigrantes centroamericanos, que pertenecen a la caravana que partió desde San Pedro Sula (Honduras) el pasado 13 de octubre, llegaron a Tijuana, frontera de México con EE. UU., y escalaron el muro que los divide del país norteamericano.
Sorteando una carrera de constantes obstáculos, la primera gran caravana inmigrante cumplió este martes un mes de un camino escabroso y minado de amenazas del presidente Donald Trump, pero se mantiene determinada a alcanzar el sueño americano.
En tanto, el Departamento de Defensa de Estados Unidos informó este martes que el secretario James Mattis viajará este miércoles a la frontera con México para conocer el estado de las tropas desplegadas en la zona, cuya misión es impedir la entrada al país de inmigrantes indocumentados.
Los inmigrantes llegaron a pie hasta la zona de Playas de Tijuana donde el cerco fronterizo se interna en las aguas del Pacífico, bajo la mirada los agentes de la Patrulla Fronteriza. A pesar de la presencia de los agentes, una veintena de integrantes de la caravana inmigrante escaló los postes de metal que hacen la función de muro divisorio.
Los inmigrantes llegaron a la ciudad de Tijuana este martes por la mañana y de inmediato se trasladaron a la línea para comprobar que están a un paso de Estados Unidos.
Ante las dificultades para ingresar a Estados Unidos, estas personas se acostaron a lo largo de la línea y el faro y otros se bañaron en el mar.
Por su parte, Mattis, un general retirado, se desplazará a Texas, uno de los tres estados junto a Arizona y California donde se encuentran los cerca de 5.600 militares que participan en la operación de apoyo al Departamento de Seguridad Nacional (DHS, en inglés).
Durante su viaje, que durará apenas un día, Mattis se reunirá con algunos de los soldados desplegados en la localidad texana de McAllen, antes de trasladarse a Wyoming para participar en una ceremonia castrense en la Base Aérea de Francis E. Warren. La misión del Ejército es colaborar con las autoridades aduaneras en tareas de tratamiento médico y de transporte, así como en la construcción de alojamientos temporales para las tropas y los agentes fronterizos.
Esta caravana partió el 13 de octubre de San Pedro Sula, Honduras y una avanzada, formada por un centenar de miembros de la comunidad de lesbianas, gays, bisexuales y transexuales (LGBT), ya está en Tijuana y planean solicitar asilo a las autoridades estadounidenses en los próximos días. Otros más han llegado al estado de Sonora.
En su trayecto por México, la caravana llegó a sumar 7.000 integrantes, según las Naciones Unidas, pero muchos han claudicado en el camino hasta llegar a los 6.011 (de los cuales 902 menores) que arribaron a Guadalajara, según cifras de autoridades locales.
Además de hondureños, se sumaron inmigrantes de Chile, Colombia, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, México, Nicaragua, Panamá, Perú y Venezuela. A esta gran
caravana le siguen a la distancia otras dos, con unos 2.000 inmigrantes cada una, mientras grupos más reducidos se adelantaron hasta la frontera.
Los obstáculos de Trump
Ante la inminente llegada de la muchedumbre inmigrante, Estados Unidos cerró parcialmente con barricadas y alambres de púas las garitas fronterizas de San Ysidro y Otay Mesa, que conducen a California.
El 9 de noviembre, Trump decretó el fin de los pedidos de asilo para quienes ingresen ilegalmente a Estados Unidos, una medida que busca disuadir a los centroamericanos que buscan su sueño americano para escapar de la pobreza y violencia de sus países.
Con esa medida, la administración Trump busca que el gobierno mexicano se haga cargo de los inmigrantes, al estipular que el decreto perderá vigencia si se llega a un acuerdo que “permita a Estados Unidos expulsar extranjeros a México”.
Según el gobierno estadounidense, las patrullas fronterizas registraron más de 400.000 ingresos ilegales en 2018. Y en los últimos cinco años, el número de solicitantes de asilo ha aumentado un 2.000 por ciento, desbordando el sistema, que tiene más de 700.000 casos acumulados para procesar.
Trump acusa a los inmigrantes de protagonizar una “invasión” y para contenerlos dispuso el envío de hasta 9.000 soldados a la frontera sur.
Esperan por asilo
A medida que cae la tarde, las esperanzas de Claudia Vicente se desvanecen. La inmigrante guatemalteca lleva once días esperando en la garita fronteriza de Nogales, en el estado de Arizona, para poder presentar su petición de
asilo en Estados Unidos.
Esta madre de dos niños, de 6 y 8 años, lleva en una maleta unas pocas pertenencias que refleja la urgencia de su travesía: Dos mudas de ropa, un par de suéteres y unas viejas fotografías de su madre fallecida hace tres años.
“No tenemos otra opción, si no salíamos de Guatemala me iban a matar y a mis hijos también”, asegura la inmigrante, de 32 años de edad y, como muchas de las mujeres que llegan hasta la frontera de Estados Unidos, víctima de violencia doméstica. El padre de sus hijos la golpeaba de manera recurrente tras emborracharse.
No tenemos otra opción, si no salíamos de Guatemala me iban a matar y a mis hijos también
La indocumentada forma parte de un grupo de más de 60 familias que se encuentran en la ciudad fronteriza de Nogales, en Sonora (México), con el fin de presentar ante las autoridades estadounidenses una petición formal de asilo, según estimaciones hechas por organizaciones locales a favor de los inmigrantes.
Algunas de esas familias esperan a las afueras del puerto de entrada Deconcini, mientras otras se alojan en albergues para inmigrantes. Muy cerca de donde esperan las familias inmigrantes se puede ver el alambre de púas que soldados estadounidenses colocaron esta semana, para tratar de evitar que los indocumentados escalen el muro fronterizo.
“Estamos tratando de seguir las leyes estadounidenses, esperando nuestro turno para poder pedir asilo político”, dijo José Manuel García, un salvadoreño de 28 años que viaja con su esposa y su hija, y lleva siete días esperando en la frontera.
EFE y AFP
[ad_2]
Source link