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Noviembre 11, 2018 – 06:20 a.m.
Por:
Jorge Ramos
Los verdaderos enemigos de Estados Unidos no vienen en una caravana con niños. Ni salieron de Honduras, Guatemala o El Salvador. Tampoco tienen la intención de invadir el país más poderoso del planeta.
No. Los verdaderos enemigos de Estados Unidos nacieron aquí, son ciudadanos estadounidenses, están cargados de odio y de prejuicios raciales, tienen sus armas llenas de municiones, y nos están matando en iglesias, sinagogas, centros comerciales, salas de redacción, escuelas, cines y en cualquier lugar donde sea fácil disparar.
¿Quién realmente está destruyendo a Estados Unidos: el adolescente que huye de las pandillas en Honduras o el asesino de 11 personas en una sinagoga de Pittsburgh? ¿Quién es el terrorista: la madre soltera que salió con sus tres hijos de Guatemala o el hombre acusado de enviar 15 paquetes bomba a los principales críticos del presidente Donald Trump?
¿Quiénes son los asesinos: los refugiados que tocan a las puertas de Estados Unidos solicitando asilo político o Adam Lanza, que mató a 20 niños en la escuela Sandy Hook en Connecticut, y Nikolas Cruz, que ocasionó la muerte a 17 estudiantes y maestros en Parkland, Florida?
Nadie está preparando una invasión a Estados Unidos. Nadie. Eso solo está en la cabeza de Trump. Pero en discursos y en tuits le quiere hacer creer a los estadounidenses que las caravanas de centroamericanos que se acercan a su frontera sur son una amenaza a su soberanía y han creado una ‘emergencia nacional’.
Falso.
Yo estuve dos días con la primera caravana de centroamericanos mientras cruzaba el sur de México y vi a muchas familias huyendo de la violencia y de la extrema pobreza, no a criminales y terroristas. Por eso me llama tanto la atención cómo esos pacíficos caminantes se han convertido en peligrosos invasores en la boca de Trump.
Sin duda, puede haber pandilleros colados en las tres caravanas que se han organizado últimamente. Vi, al igual que todos, los videos de cómo un grupo de migrantes tiraba piedras a los agentes que resguardaban la frontera de México con Guatemala. Y también vi cómo una multitud rompió una cerca y se coló a territorio mexicano. Pero esos incidentes -reprobables y preocupantes- no reflejan de ninguna manera el espíritu y buen comportamiento que presencié en el resto de la caravana.
De hecho, el plan de los refugiados, según me contaron, es entregarse a las autoridades de Estados Unidos una vez que lleguen a la frontera y solicitar asilo político; no entrar ilegalmente y quedarse a la fuerza. Todo esto es perfectamente legítimo.
Por eso salta, por exagerada y alarmista, la decisión de Trump de enviar a 5.200 soldados a su frontera sur. Si sumamos estos soldados a los 2.000 miembros de la Guardia Nacional que ya están en el área, habrá una mayor fuerza militar de Estados Unidos en la frontera con México que peleando en Iraq y Siria. Y lo menos que quiere un refugiado centroamericano luego de caminar más de mil millas es pelearse con el ejército más poderoso de la historia.
No es una invasión.
Es cierto que en el año fiscal 2018 han aumentado los arrestos en la frontera sur de familias y de niños que viajan solos. Pero el número total de indocumentados aprehendidos en la frontera apenas llegó este año fiscal a los 396 mil, según cifras de la Patrulla Fronteriza. Esto es menos que en el último año del gobierno de Barack Obama -408.870 arrestados- y mucho menos que los 1.643.679 detenidos en el año 2000. No, Estados Unidos no está siendo invadido.
Lo que está pasando es que Trump quiere crear la idea de que el país está siendo invadido para seguir promoviendo sus políticas antiinmigrantes. Su última idea es quitarles la ciudadanía estadounidense a los niños nacidos en Estados Unidos de padres indocumentados. La idea es inconstitucional. Él no la puede imponer con una orden ejecutiva. Pero divide aún más al país y pone de su lado a los que están nerviosos con tantos cambios demográficos.
El verdadero enemigo de Estados Unidos ya está dentro. Nació aquí. No acepta que vive en una nación multiétnica y multicultural. Odia a los de afuera y a los que son distintos. Está armado hasta los dientes. Y está dispuesto a usar la violencia.
A ese sí hay que tenerle miedo. No a la caravana.
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