La economía naranja: que no se vuelva una moda pasajera – Economía



[ad_1]

La economía naranja se ha vuelto el término de moda. Un buzzword. Desde que el presidente Duque la volvió la estrategia de su gobierno, todos quieren montarse en el tren de las industrias creativas. Un importante gremio llegó a anunciar que “un buen ejemplo de la economía naranja es la floricultura”.

Esta y otras opiniones nos han dejado con dudas e interrogantes acerca de lo que se entiende por este término, y alertan sobre el oportunismo que se puede estar generando.

Para quienes se despertaron recientemente al potencial de las industrias creativas, les tenemos buenas noticias: hace rato, este renglón de la economía ha sido detectado como uno de los más prometedores para Colombia.

Solo en Bogotá, la ciudad que más aporta, la Secretaría de Desarrollo Económico calcula que esta industria (audiovisuales, música, moda, artes, escenarios, editoriales y publicidad) generó cerca de 250.000 empleos y cuatro billones de pesos –el 2 por ciento de su PIB–.

La Cámara de Comercio de Bogotá y Connect Bogotá Región identificaron hace tres años, en la Estrategia de Especialización Inteligente, que el sector con mayor potencial en la ciudad era el creativo.

El Dane estima que este sector tuvo un valor de 6 billones el año pasado. Sin embargo, expertos como Juan Diego Ortiz, de la organización Ola Naranja, estiman que el 8 por ciento del PIB de la ciudad ya es naranja y que su contribución al PIB nacional ya es del 3,3 por ciento o de 18,8 billones de pesos.

Esto supera, de lejos, el aporte de la minería al PIB nacional, que es de cerca de 2,1 billones. Si se tiene en cuenta que el sector es altamente informal y que estas cifras no incluyen la industria del software, el aporte podría llegar a ser de alrededor del 4 por ciento del PIB nacional.

Bien hace el presidente Duque en impulsar la economía naranja. Estudió el tema desde sus épocas en el Banco Interamericano de Desarrollo, al lado de su consejero Felipe Buitrago.

El reto, sin embargo, no es menor. Las industrias creativas agrupan una serie de subsectores con un alto nivel de informalidad e, inclusive, ilegalidad. Además, no se conversan ni se potencian entre sí. Cuentan con poco apoyo estatal y han contado con incentivos contradictorios y claramente insuficientes.

Bien hace el presidente Duque en impulsar la economía naranja. Estudió el tema desde sus épocas en el Banco Interamericano de Desarrollo, al lado de su consejero Felipe Buitrago

Y, si bien el talento artístico y musical abunda en el país, sus protagonistas tienden a desconfiar del mercado y a aislarse de él. No protegen adecuadamente sus creaciones ni la propiedad intelectual.

Les da pena cobrar por lo que hacen, y cuando lo hacen, el público, acostumbrado a los espectáculos y la cultura gratis, no está dispuesto a pagar para compensar adecuadamente el talento nacional, mas sí el internacional.

Uno de los aspectos más importantes por desarrollar es la ‘industria’ de lo naranja; empezando por la formación, desde las universidades, sobre los asuntos legales, empresariales y de mercadeo del emprendimiento. Estos asuntos son clave para que la cultura también contribuya cuantitativamente al boom del emprendimiento que vive el país, y particularmente Bogotá.

En un mundo globalizado, Colombia tiene que competir no solo en América Latina, sino con países que, como Suecia y el Reino Unido, ya tienen industrias creativas consolidadas. Y no podemos pretender que en el corto plazo podamos alcanzar a países que desde hace décadas invierten cerca del 5 por ciento de su PIB en investigación y desarrollo.

Es hora de que los creativos, con el apoyo del Gobierno, potencien su sector con tecnologías emergentes tales como la realidad virtual y la realidad aumentada. Es condición necesaria que el país desarrolle una red de conectividad potente e infraestructura básica.

En un mundo globalizado, Colombia tiene que competir no solo en América Latina, sino con países que, como Suecia y el Reino Unido, ya tienen industrias creativas consolidadas

Es igualmente importante que el país y Bogotá definan en qué podemos ser realmente extraordinarios. No podemos ser buenos en todo. La economía naranja abarca una amplia gama de subsectores, y debe quedar claro qué incluye y qué no.

Y como lo creativo tiene claros matices territoriales, un potencial importante puede estar en vincular el turismo con las manifestaciones culturales regionales y, sobre todo, la música como eje articulador. La producción de contenidos en español en un mundo con una población hispana creciente también ofrece interesantes oportunidades.

Para consolidar la economía naranja se necesita una acción concertada entre Estado y sector privado. Connect Bogotá Región, con ayuda de expertos como Ortiz, ha identificado 9 líneas de acción prioritarias:

1) desarrollar una estrategia ‘industrial’; 2) promover espacios de aglomeración, áreas de desarrollo naranja (ADN), livianos en infraestructura, como el ‘Bronx’ y San Felipe, para lo cual el Concejo de Bogotá ya generó un acuerdo; 3) fomentar la investigación y el desarrollo; 4) fortalecer una educación de vanguardia en toda la cadena; 5) enfocar esfuerzos a la atracción, el desarrollo y la retención del talento; 6) desarrollar estrategias apropiadas para la financiación e inversión; 7) fortalecer la protección de propiedad intelectual; 8) impulsar clústeres asociados, y 9) generar políticas para la economía de la noche.

El tema es complejo e importante y merece ser tratado con rigor. En buena hora, el Presidente y el alcalde le apuestan al tema. Recientemente se creó el Consejo Nacional de Economía Naranja.

Confiemos en que se lograrán consolidar políticas y equipos que desarrollen los instrumentos financieros, tributarios y laborales necesarios para fortalecer el emprendimiento, de manera que, cuando termine el Gobierno, se haya consolidado el sector y no sea recordado como una moda pasajera.

DIANA GAVIRIA QUIGLEY 
DIRECTORA EJECUTIVA DE CONNECT BOGOTÁ REGIÓN



[ad_2]
Source link