Tensión en Florida y calma en Arizona, la historia de dos conteos de votos con finales diferentes



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Unas elecciones con final de fotografía no son novedad en Florida, el estado péndulo por excelencia, donde una presidencia se gana o se pierde por pocos miles (a veces cientos) de votos. Así que no sorprende que una semana después de cerradas las urnas en la elección de gobernador, senador y comisionado de agricultura el proceso desembocara en una agria pelea político-legal, mientras se ha puesto en marcha el proceso de recuento que exige la ley dados los pequeños márgenes de diferencia.

Sí es sorprendente que el presidente se haya inmiscuido en ese debate, denunciando sin aportar prueba, un supuesto intento de fraude que se estaría cometiendo en un estado que está en manos republicanas y cuyo jefe de gobierno, Rick Scott, es el aspirante a senador que en última instancia es el jefe de las autoridades electorales del estado. Y es el propio gobernador quien denuncia esa intención del senador demócrata Bill Nelson de “robarle la elección al pueblo de Florida”.

Toda la algarabía política en torno a Florida es más notable cuando se compara con lo sucedido en Arizona, donde los resultados electorales fueron cambiando gradualmente de la noche del martes al lunes y terminaron volteándose para permitir que Krysten Sinema se convierta en la primera mujer en el Senado por ese estado al vencer a la republicana Martha McSally.

Aunque el 9 de noviembre, Trump tuiteó advirtiendo de “corrupción electoral” en Arizona y dejando entrever que había que llamar a nuevas elecciones, no dijo más sobre el proceso que terminó ganando Sinema por 1,7% de diferencia. A Florida, en cambio, el presidente le ha dedicado numerosos tuits.

En Arizona, a medida que la ventaja inicial de McSally se iban desvaneciendo, algunos republicanos empezaron a hablar de irregularidades en el proceso y hasta presentaron una demanda contra el condado de Maricopa por “premeditada destrucción de evidencia”, algo que explicaría por qué se estaba revirtiendo la fortuna de su candidata.

Pero el lunes por la noche, con un video en Twitter acompañada de su perro, McSally reconoció la derrota y deseó el mayor de los éxitos a su contrincante sin hacer referencia alguna a posibles manejos turbios en el proceso.

¿Por qué la diferencia?

El ambiente político de Florida siempre ha sido más convulso que el de otras partes del país. La dinámica local resulta más tribal, histriónica y despiadada.

Como la pequeña diferencia de votos entre el gobernador Scott y Nelson por el puesto en el Senado, entre el demócrata Andrew Gillum y el republicano Ron DeSantis es menor al 0,5% las autoridades del estado ordenaron el recuento de los votos de acuerdo con las leyes de Florida, sin hacer ninguna mención de irregularidades como las que ha denunciado los republicanos.

La desconfianza es mutua, porque Nelson ha solicitado a Scott que se aparte de todo lo relacionado con las elecciones, un proceso que administra su gobernación a través del Departamento de Estado.

La preocupación de los republicanos se centra en los condados de Broward y Palm Beach, en el sur del estado, dos zonas que tienen una gran concentración de votantes demócratas y donde, de hecho, controlan el gobierno y la autoridad electoral local. Es en esas zonas donde los demócratas podrían obtener los votos suficientes para reducir y eventualmente eliminar la diferencia.

La supervisora electoral del condado, Brenda Snipes, ha sido el centro de los ataques de los republicanos, quienes destacan la historia de denuncias, problemas y demandas que tiene su oficina por parte de candidatos insatisfechos de todos los partidos.

La mañana del martes, Trump se refirió a Snipes y su equipo despectivamente como “los actores” y dijo que les sería imposible encontrar nuevos votos “porque el foco está puesto sobre ellos”, a lo que la directora respondió que ella no tenía “un tesoro de votos” en la playa a donde ir a buscar esas boletas que, sin prueba alguna, el presidente sugiere que están apareciendo de la nada para beneficiar a Nelson.

Es cierto que Snipes, en el cargo desde 2002 y reelegida en 2016 para un término de cuatro años más, tiene una historia controversial en un condado ya marcado por el polémico recuento de votos de 2000 que fue suspendido por la Corte Suprema de Justicia y dejó la Casa Blanca en manos de George W. Bush por unos pocos cientos de votos que obtuvo sobre su rival demócrata, el entonces vicepresidente Al Gore.

Snipes fue originalmente nombrada por el gobernador republicano Jeb Bush en 2003 para limpiar los problemas que salieron a flote en Broward tras la elección presidencial y sobre todo la de mitad de periodo de 2002. Ahora está pidiendo su renuncia, igual que el principal periódico de la zona, el Sun Sentinel.

El senador republicano Marco Rubio tampoco simpatiza con la funcionaria y ha descrito su oficina como la más problemática, no solo del estado, sino del país.

Más allá del calor del momento político, demócratas y republicanos están de acuerdo en decir que los problemas de Broward están más relacionados con la eficiencia que con la limpieza del proceso: desde boletas mal diseñadas hasta entrega de resultados anticipadamente antes del final de unas elecciones primarias.

Son fallos que a algunos llevan a preguntarse por qué Snipes sigue en el cargo. La respuesta está en que la han elegido, y por respetables márgenes cada vez que se ha presentado.

La tranquilidad de Arizona

En Arizona en cambio, la efervescencia de los días siguientes al martes de las elecciones se redujo rápidamente, luego de que el gobernador Doug Ducey, reelegido ese mismo día, indicara que el recuento de los votos para el puesto en el Senado debía realizarse como mandaba la ley.

Incluso, la secretaria de estado Estatal, la republicana Michelle Reagan, advertía que “Arizona se toma muy en serio las elecciones” y a quienes se preguntaban por qué el proceso se tardaba tanto, ofrecía la sencilla respuesta de que los resultados debían tabularse de una manera que los ciudadanos puedan estar orgullosos y, sobre todo, seguros de los resultados”.

Contrario a su aún colega Rubio, el todavía senador republicano Jeff Flake contribuyó al esfuerzo de disipar las dudas y respondió al presidente en un mensaje en su cuenta Twitter rechazando que existiera evidencia de “corrupción electoral”, como él aseguraba, destacando el “trabajo no partidista” de quienes trabajaban en el recuento.

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