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Vice para el deporte es un legado de mi padre. He vivido en la infancia y la adolescencia mientras jugaba deportes, excepto la natación. Nos llenó la cabeza con su destreza atlética y los atletas que admiraba como Puskas, Muhammad Ali entre otros. Y mientras bajaba al nivel local, nos recordó los tiros en el objetivo de Huicro Vela desde lejos, detrás de la línea que divide el centro del campo de Vásquez Tananta o las hazañas acuáticas. Nos mantuvo en suspenso, cuando fue a Holanda, nos contó maravillas sobre Ajax. En la universidad, el ímpetu para ellos, el deporte, tuvo que moderarlos por prioridad, pero yo estaba inmerso en los libros con la disciplina espartana de un atleta. Por lo tanto, he jugado varios clubes en el deporte. En el fútbol como portero, en el baloncesto como centro, pero vi mucho tenis pero jugué muy poco. Recuerdo haber leído en los periódicos con gran interés las hazañas de Borj, el hombre de hielo o la persona caprichosa como McEnroe. La línea casi casual de Andre Agassi. Los nombres van y vienen como Sampras, Vilas, Lendl y muchos otros. En las mujeres, me gustaban Lindsay Davenport, la belga Justine Henin o Serena Williams. Compré mi primera raqueta en Boston y jugué al tenis con amigos japoneses e italianos. Sigo viendo tenis en la televisión y la balada antes de un buen movimiento que asustó a Mila, mi suegra, F ya está acostumbrada a estos fuelles. En la última feria del libro en Madrid, compré el trabajo de David Foster Wallace "El tenis como experiencia religiosa", dos crónicas exquisitas. Hay una intensa relación entre el tenis y la literatura, Gabriel García Márquez jugó tenis, por ejemplo. Busqué el libro para el autor y el tema. Es un autor que me sedujo y quise ingresar a él con un deporte que me fascina como el tenis y no me decepcionó en absoluto. La primera columna se centra en el Gran Slam de los Estados Unidos, el Abierto de Nueva York, el último de la temporada, como dice el eslogan publicitario. Está diseñado por un gran observador que echa de menos casi nada. El Open es una expresión de la economía de mercado en su máxima expresión que Foster Wallace describe con gran ironía que muerde. Él entra al vientre del evento. En las ciencias sociales, hay una técnica que los participantes utilizan a menudo y Foster Wallace lo hace con gran gracia y felicitaciones. La otra crónica es más personal sobre una final de Wimbledon entre Roger Federer y Rafa Nadal. Esta es una encantadora apostilla donde hábilmente cuenta las piezas de la red que te deja sin palabras. Te las arreglas como lector para imaginar el juego en disputa. Gran oficina de este extinto escritor norteamericano. Como un epílogo para leer el libro, decidí ver un partido de tenis femenino (creo que la competencia de mujeres está más cerca) en el campo e imaginé a Foster Wallace disfrutando de niño y escudriñando cada habitación. notasdenavegacion.wordpress.com/[19199002](Visita 7 veces, 7 visitas hoy)
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